26/10/17

Un jueves de octubre. Un día perdido.

Hoy me he despertado tarde. Anoche fui al cine y salí más tarde de lo que pensaba, y entre llegar a casa y lo que me costó conciliar el sueño no tenía el cuerpo para levantarme cuando me lo marcó el despertador. Una vez que me levanto tarde suelo tener menos energías y motivación para hacer cosas, así que en lo que llevamos de día no he hecho gran cosa.

Estoy con un ojo en la pantalla y otro en la tele. Hace algún rato el presidente de Cataluña ha dicho que lo de la independencia lo decidiera el parlamento, mientras en Madrid se está debatiendo el 155 en el senado y ahora hay una reunión de políticos catalanes para no sé muy bien qué, mientras la bolsa cierra con una subida del 2%. Son días que saldrán en los futuros libros de historia y no puedo evitar seguir todo esto con interés. A pesar de que, si me paro a pensarlo, es algo que seguramente acabe con la normalidad restablecida y la cuestión es la cantidad de fuerza que será necesaria utilizar, así que no me afecta para nada ni es algo que tenga realmente que ver mucho conmigo, al menos como individuo.

Sin embargo aquí estoy, escuchando que el rey ha cancelado un acto para seguir el culebrón. Quizá sea esa la clave, que es como un culebrón. La tele lo trata como tal y mete cliffhangers antes de irse a publicidad. Lo que pasa es que el culebrón tiene un horario y una fecha de caducidad, y esto no. Cuando termine todo esto miraré hacia atrás en el tiempo y me da cuenta de que podría haber estado invirtiendo ese tiempo en cosas más productivas.

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