23/7/15

Donatien Alphonse François de Sade - Justine

La primera vez que oí hablar del Divino Marqués fue cuando era niño. En las páginas de venta por correo de una revista porno ofrecían varios tipos de consoladores (a pesar de que los consumidores de esa revista son mayoritariamente masculinos, pero bueno), que como sabéis muchos tienen nombres curiosos, y uno de ellos era El Pene del Marqués de Sade. No me acuerdo de cómo era exactamente, pero vamos, nada extravagante, color carne y con forma de pene. Poco tiempo después aprendí que su nombre dio origen a la palabra sadismo, años más tarde fui conociendo de oídas algunas de sus obras, vi la peli de Saló que hizo Pasolini, también su biopic, salió a colación un día en clase de sociología no sé a cuento de qué... pero nunca había leído nada suyo hasta el otro día, que terminé de leer Justine.

Justine fue uno de los libros que escribió Sade cuando estaba en la Bastilla, lo que le sirvió para que le pasaran de la cárcel al manicomio (más por suerte que por otra cosa logró pasar la revolución francesa conservando la cabeza sobre sus hombros). Trata de uno de los temas más recurrentes (al parecer) en su literatura: que si eres malo te pasan cosas buenas, y si eres bueno te pasan cosas malas. Esta obra en concreto cuenta la historia de dos hermanas huérfanas: una buena (Justine) y otra mala (Juliette). Al alcanzar cierta edad decidieron separarse y Juliette (en cuyo nombre se inspira la pésima novela de Sasha Grey que ya he comentado en su día) se dedicó a ir follándose a todo lo que se menea mientras que Justine salió decidida a mantenerse casta y pura. El resultado fue que Juliette acabó formando parte de la nobleza y a Justine la violaron por todos sus agujeros y le dieron más hostias que a un borrico viejo. Al final se reencuentran y bueno, no voy a hacer spoilers porque además tampoco tiene mucha más enjundia. O sí, pero bueno, tampoco voy a ponerme a hablar de ello ahora.

Para los estándares del siglo XXI es un libro fuertecillo, en el sentido de que Sade es muy gráfico para representar escenas de violaciones y torturas, pero tampoco hace falta mucho estómago para leerlo. Para los estándares del siglo XVIII, una bomba, no sólo por las prácticas sexuales allí descritas, sino porque se ríe en la cara de toda la moral y el entramado social del antiguo régimen, que sí, que estaba a punto de caer, pero que ahí estaba. Con un ateísmo y un anticlericalismo radical que aún hoy escandalizaría a muchos, y que sorprende que un hombre de aquella época pudiera siquiera pensar. Por ello, aunque desde el punto literario no es ninguna maravilla, el trasfondo ideológico merece mis dies. Si es que había alguna alguna ideología de verdad, claro. Igual simplemente es que estaba loco pero siglos después nos pareció un visionario.

No hay comentarios: