2/7/14

Jo a Barcelona

No temies els cops que t'esperaven
quan vas alçar-te a les primeres vagues
militants d'amors i vides
d'unes lluites clandestines
banderes roges al cel
somnis rebels
sota els estels
de Barcelona

Este finde lo he pasado en la Ciutat Comtal. No voy desde que tenía quince años. He visitado muchos sitios míticos, he visto gente de lo más pintoresco, he bebido cervezas insultantemente caras en locales elegantes y cervezas sospechosamente baratas en los antros más inmundos de la ciudad, he pasado un calor horroroso y he acumulado tal cansancio que cuando emprendí el camino de regreso a casa pasé a un metro del espectáculo de la Guardia Urbana reduciendo al típico colgao agresivo y me dio absolutamente igual. O sea, que muy bien.

Es la segunda vez que me voy por ahí un fin de semana yo solo y la primera vez que lo hago en avión, pasando del modesto aeropuerto de Asturias al enorme aeropuerto de El Prat, donde tuve que caminar un rato largo hasta encontrar la lanzadera que me llevara a la T2, donde estaba el acceso al Renfe Rodalies que por un precio indignante me trasladaría al centro de la ciudad. El Rodalies es el cercanías de toda la vida, pero en bilingüe catalán-castellano y con músicos callejeros que siempre (digo "siempre" porque a la vuelta también estaban) suben entre Bellvitge y Sants para tocar de forma un poco torpe Hit The Road Jack y un par de canciones más de las que ya no me acuerdo. Esto de los músicos que se tocan algo y luego pasan la gorra ya lo había visto en Llanes, pero en un tren de cercanías tiene su punto de absurdismo porque es un transporte en el que prácticamente es obligatorio viajar aburrido y/o ensimismado, así que se genera un contraste un poco raro. Bienvenidos a la gran ciudad, donde puede pasar de todo.

En fin. Yo me hospedé en un albergue de mala muerte pero tirado de precio en el Raval, compartiendo habitación con un italiano llamado Francesco, con una suiza con la que estuve un rato de charla aunque no me acordé de preguntarle su nombre (cosa muy normal en mí) y con un tercero al que nunca vi pero que sabía de su existencia porque tenía sus cosas por ahí y a veces cambiaban de sitio. La primera noche Francesco llegó borracho a la habitación, subió a su litera y desde ahí vomitó como un campeón mientras yo me descojonaba mentalmente. La segunda noche no armó ningún estropicio, así que aprovechó la mañana para intentar ligar con la suiza, preguntándole en español que cómo madrugaba tanto y tal. Digo ligar porque, en fin, los italianos ya sabéis. Curiosamente a mí Francesco no me habló en español a pesar de que sabía que era español, y curiosamente yo a la suiza no le hablé en español después de que me dijera que sabía un poco de español. Barcelona es una ciudad tan cosmopólita que lo de los idiomas es un poco lío.

En la Rambla se habla de todo, por ejemplo. Hay grupos de turistas las veinticuatro horas del día, de todas las tipologías que se os puedan ocurrir: novios, familias, colegas de juerga, gente pone calcetines con las sandalias y esos grupos grandes tan simpáticos en los que el guía lleva una banderita para que nadie se pierda. Viajes de estudios, gente que tiene dinero para pagarse un alojamiento de verdad, los que llegan o se van cargados con maletas... el etcétera es muy largo. A partir de determinada hora de la madrugada básicamente lo que queda son grupos de colegas, que son bastantes, y un montón de vendedores de latas de cerveza y prostitutas. Algunos de los vendedores de cerveza también venden droga. El modus operandi me resultó muy simpático: primero te ofrecen la birra y luego añaden por lo bajini que también tienen marihuana y cocaína. No les compré nada. Luego me enteré de que, por lo visto, en caso de emergencia esconden la mercancía en la alcantarilla, así que vosotros tampoco lo hagáis.

Respecto a las putas, la mayoría son negras. Muy negras, de esas que parecen recién salidas de África, descendientes de un largo linaje de cazadores-recolectores recién destruido por la globalización. Algunas están de muy buen ver, algo que, acostumbrado al bestiario del Campillín, me chocó bastante. Lo normal es que te fichen como potencial cliente ya al verte de lejos, y no sirve de nada variar ligeramente tu rumbo para esquivarlas ni fingir que no las ves, porque van a cogerte por el brazo, te van a preguntar que si quieres have sex, y si les dices que, no te preguntan que why. Siempre te preguntan que por qué no quieres irte con ellas, y aunque podría dar un amplio abanico de respuestas en forma de pregunta para subrayar que debería ser algo obvio aunque realmente no lo sea (eeehm... ¿porque me cobras?, eeehm... ¿porque estoy cansado?, eeehm... ¿porque me han dicho que algunas aprovechan para robarte?) yo simplemente insistía con un "no, thanks", y pasaban a buscar otro cliente. Me resultó curioso que siempre se dirigieran a mí con alegría, como si lo hiciesen por gusto. No sé qué es lo que se les pasará por la cabeza, pero vistas desde fuera parece que se lo están pasando bien, salvo una vez que llegué al amanecer, cuando una bajita me pregunto que si quería algo con ella con una apatía que sonó como si fuese la Muerte. Tratar con prostitutas, en cualquier caso, es inevitable cuando eres un hombre solo por la Rambla, es lo que hay. Intenté buscar la forma de acceder a mi calle sin tener que pasar por la situación incómoda de rechazar sexo de pago, pero me resultó imposible. Por lo demás, no tuve mayor problema, ni siquiera en el Raval, que en teoría es la zona chunga por antonomasia.

Total, que vi mucha gente de mal vivir y pocos museos. Tenía fichados unos cuantos, pero al final entre pitos y flautas no vi ninguno, aunque me dijeron que no son gran cosa en comparación con los de Madrit. De todas formas lo grande de Barcelona es su arquitectura, que es mucho más que Gaudí. Barcelona es una de las ciudades más satánicas de Europa, con obras como la torre Agbar, el pabellón de Mies van der Rohe (¿hay algo más satánico que la Bauhaus?) y el Hotel W, cerca de la Barceloneta, al que yo apodé cariñosamente como el Cuartel General de Wario. Además, toda la ciudad está decorada con "esculturas" terroríficas. No me acordé de sacar fotos porque no soy muy de sacar fotos, pero no son muy distintas de las que ves por cualquier ciudad y piensas "qué demonios es esto".

La visita que sí tenía planeada y sí realicé fue la del Castillo de Montjuïc. Montjuïc es un símbolo histórico-político de primer orden (allí les encanta compararse con la Bastilla) y, aunque en el folleto que daban en taquilla hablan de la formación de la montaña en el mioceno, todo empieza en el siglo XVII, con la Guerra dels Segadors contra la Unión de Armas del Conde-Duque de Olivares, que fue algo así como el primer grito de Espanya ens Roba. Luego vino 1714, luego 1939, y en 2007 se cedió el castillo a la ciudad. Básicamente. Ahora el lugar se vende como un espacio de recuperación de la memoria histórica y homenaje a todos aquellos que sufrieron y murieron entre sus muros, aunque en realidad es básicamente un homenaje a Companys. Hay una bandera catalana enorme izada en honor al antiguo presidente de la Generalitat, y varios paneles informativos (los pocos que hay) hablando de su figura, obviando totalmente otros personajes importantes como, Ferrer i Guardia, que brilla por su ausencia, tal vez por no ser lo suficientemente catalanista. En general el potencial ¿didáctico? del castillo está muy desaprovechado y al final la visita se queda en un paseo por un lugar muy bonito con unas vistas a la ciudad realmente impresionantes.


Había en Montjuïc una interesante exposición sobre la posguerra en Cataluña, con todos los paneles en catalán y sólo en catalán, algo que llama la atención teniendo en cuenta que la gran mayoría de los visitantes son guiris. Que a mí no me importa porque puedo leer en catalán, pero un inglés o un francés no, y los libritos que había en la entrada con la traducción eran una puta mierda que no cogía casi nadie. La exposición en sí no estuvo mal, pero se notaba demasiado que estaba hecha por catalanistas, lo que tiene cosas malas (esa irritante visión en la que parece que Franco = España) y cosas buenas (está bien claro quienes son los malos, no como en las patéticas versiones neofranquistas en las que ambos bandos venían a ser más o menos lo mismo). Al final había un libro de visitas en el que podías escribir lo que te diera la gana. Esto fue quizá lo más interesante. Algunos se quejaban de que sólo estuviera en catalán, a otros les había parecido wonderful, y yo, como no tenía muchas ganas de escribir, me limité a poner que visca Catalunya lliure.

Otra cosa llamativa de Barcelona es la cantidad de gente que tiene banderas independentistas colgadas en la ventana. La favorita es la blava, aunque también había alguna vermella; vi también un par de españolas republicanas y algún despistado que tenía puesta la española oficial, imagino que el típico que llama a 13TV para quejarse de que quiere hablar castellano y no le deja la Policía de la Lengua. Yo me compré tres blaves: una grande para la colección, una pequeña para decorar la habitación y una tercera en chapita. Se pueden encontrar en cualquier tienda de recuerdos o en los típicos supermercats regentados por pakis, junto con merchandising españolísimo como los toreros y las sevillanas. Lo que más vende el Barcelona, de todas formas, es el Barça. Es alucinante; no hay tienda que no tenga un montón de camisetas blaugranas bien a la vista, y por las calles se ve a un montón de gente de culé, supongo que la mayoría turistas. También me compré una barretina. La barretina no es tan fácil de encontrar en las tiendas normales, así que me tuve que ir a un puesto de artículos independentistas que había llegando a Colón. El puesto lo llevaba una señora muy simpática con la que estuve un rato charlando sobre la independència y el dret de decidir, hasta que acabamos hablando de Asturias y la situación de la llingua. Creo que hay más gente en Cataluña que piensa que Asturias es una nación que en la propia Asturias.

La última noche me la pasé de relax en un bar viendo el partido de Costa Rica contra Grecia. Había un grupo de costarricenses viviéndolo a tope y nos contagiaron la emoción a los demás, sobre todo cuando llegó la tanda de penalitis. Fue una pequeña fiesta en la que ellos eran los protagonistas. Luego salías a la calle y te cruzabas con grupos de ticos agitando con orgullo la bandera, y la gente paraba a felicitarles. Fue todo muy bonito, muy de ciudad cosmopólita.

Y esa ha sido mi experience de este año. Un saludo a toda la gente que he conocido y sin la cual este viaje habría perdido muchos puntos; no sería de justicia cerrar este post sin acordarme de ellos. El año que viene planeo irme al sur para haser bien el amor, pero eso ya lo contaré el año que viene.

2 comentarios:

Opiniones incorrectas dijo...

Anda, lo pasaste bien :)

Justine dijo...

Muy acertado, sigue así, Catalunya no t'oblida