11/3/14

La fauna de Madrid

Este finde en el metro nos encontramos con una señora sudamericana predicando cosas de Dios y la Salvación. El vagón iba lleno de gente con toda la pinta de no tener al Altísimo entre sus prioridades vitales, ya sabéis: cuero, camisetas de grupos, mujeres con el pelo teñido de algún color chillón, etcétera. Pues la señora empezó a hablar de la importancia de salvar las almas, especialmente de la juventud, porque vivimos todos demasiado alejados de Dios, blablabla. Los grupos miraban a la señora y luego se miraban entre ellos con una sonrisa medio divertida medio incómoda, y hacían algún comentario incómodo. La predicadora se bajó un par de paradas antes de nuestro destino y entonces el ambiente se relajó, las carcajadas fueron más distendidas, etcétera. Es la primera vez que vivo una situación así, y hasta ahora pensaba que sólo sucedía en las películas americanas, el típico colgao del metro de Nueva York y tal. Pero al parecer en Madrid también sucede. Luego se me ocurrió que tal vez podría ser una actriz contratada por el ayuntamiento para hacer de la capital una ciudad más metrópolis. Es poco probable, pero no es imposible.

Al día siguiente salí yo solo a dar una vuelta por la plaza mayor y me abordó un yonqui. Para pedir dinero, claro. Siempre son yonquis pidiendo pasta, nunca tías buenas pidiendo sexo. Una de las cosas que suelo criticarme a mí mismo es que soy demasiado amable, y lo peor es que los demás me lo notan, por lo que este tipo de pesados vienen a mí como las moscas a la mierda. Bueno, el caso es que el yonqui en cuando me oyó hablar se dio cuenta de que era asturiano, y me dijo que era de Candás. Al principio me lo creí, pero empecé a sospechar que mentía cuando me di cuenta de que la única palabra asturiana de su vocabulario era "guaje", y que además la usaba con una reiteración tan irritante, sumado a mi resaca, llegué a sentir náuseas. Era algo así:

Guaje, necesito una ayudita guaje, algo para comer aunque sea, guaje, venga guaje, no sabes lo peligroso que es vivir en Madrid guaje, tengo que irme de aquí, guaje, que entre asturianos nos ayudamos, guaje, guaje, guaje...

A ver, el tío básicamente lo que me pedía era de todo, pero el premio gordo era que le financiase su vuelta a Candás, y esto tampoco me quedó muy claro, porque su discurso era tan incoherente que casi me estalla la cabeza. A ver si me explico: ¿nunca os habéis encontrado al típico yonqui con el mono que pide dinero para comida, pero que cuando le ofrecéis invitarle a un pincho empieza a titubear y soltar excusas varias? Bueno, pues multiplica el nivel de incoherencia por el precio de un billete de bus desde Madrid a Asturias. Supuestamente lo que quería era una especie de préstamo que me devolvería una vez allí, y como garantía me ofreció un par de aparatos de sonido que debió de haber robado de sendos coches la noche anterior, uno de ellos con bastante buena pinta, por cierto. Todavía me pregunto por qué no se le ocurrió intentar venderme uno a un precio razonable en vez de perder el tiempo intentando conseguir algo a cambio de nada. Me habrá visto cara de internet.

Sea como fuere, lo que más me llamó la atención es la desesperación con la que me decía que necesitaba irse de Madrid. No es la primera vez que voy a Madrid y me aborda alguien pidiéndome dinero para marcharse de Madrid, y seguramente no será la última. Debajo de los relucientes sitios turísticos y las zonas pijas debe de esconderse una cantidad de mierda increíble. Más que aquí.

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