14/9/13

Asalto al poder

De las películas que he visto de Roland Emmerich, Asalto al poder es, con diferencia, la más burdamente patriotera y propagandística de todas. No he podido dejar de imaginarme al votante republicano de uno de los estados más cavernícolas, pongamos Arizona, disfrutando a tope con esta peli y dándole sus dies. Ahí ahí, dirá el republicano, es necesario invadir más países e invadirnos también a nosotros mismos, que los Enemigos de la Libertad (básicamente comunistas, moros y extraterrestres, y traidores influidos por comunistas, moros y extraterrestres) están incluso en el corazón mismo de Washington. Lo más curioso de todo es que Emmerich es alemán de toda la vida, de Stuttgart, para más señas, pero parece ser que quiere ser americano y ahora es más papista que el papa. El furor del converso. O eso, o es que sabe muy bien lo que le gusta a los gringos y quiere hacer dinero. Seguramente una mezcla entre ambas cosas.

Bueno, pues lo que nos ofrece este alemán-americano es la historia de un secuestro-conspiración con el objetivo de perpetuar la guerra en favor del lobby armamentístico, con un Típico Héroe Americano que intenta sin éxito no recordar a Bruce Willis en Jungla de cristal y un Típico Presidente Negro que no hace falta decir a quién pretende parecerse. Ah, sí, y explosiones bastante gratuitas de edificios oficiales en la capital de Estados Unidos, que es por lo que la gente va a ver la peli. Oh, cómo le gusta a este tío destruir la Casa Blanca, debe de tener alguna obsesión siniestra. Etcétera.

La trama no es tan descerebrada como cabía esperar, y las escenas de acción y explosiones tampoco son tan coñazo, así que el balance es ligeramente positivo. Película palomitera donde las haya y no apta para culturetas, sin más.


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