27/1/13

Sex Report: diario de un putero en Japón

Hiromi Hiraguchi es un señor japonés que se dedica a hacer reseñas de prostíbulos en forma de manga para publicarlas en revistas. Este librito, editado por Glénat en España, es una recopilación de las aventuras vividas por Hiraguchi entre 2005 y 2007, si no me falla la memoria (soy tan jodidamente vago que no miro el dato porque ello implicaría levantarme de la silla). Me lo compré hace un par de años porque sabía que lo de la prostitución en Japón es un universo realmente fascinante, pero no lo acabé de leer hasta hoy porque al final el libro resultó ser un soberano coñazo. Aparte del desgaste visual que supone leer tanta letra pequeña y tanta letra en vertical (esto último no es culpa de la editorial; lo primero sí), este buen hombre dibuja con un trazo desagradable, con muy pocos matices; los personajes parecen todos iguales. Además, Hiraguchi tiene unos gustos muy monótonos, y tras media hora de lectura ya sabes qué le gusta y qué no le gusta, con quién se va a poner a mil y con quién no se le va a levantar. Es como si a mí me da por publicar un libro contando mi rutina diaria: al principio podría tener su gracia, pero al final terminaría por cansar. Aunque adjunte mi valoración de las cosas que me suceden, o aunque me vaya de putas todos los días (que no estaría mal vivir de ello, por cierto, aunque me seguiría molando más currar probando videojuegos).

No lo leáis, hacedme caso. Si os interesa el tema, podéis echarle un vistazo al genial artículo que publicó hace unos meses Santiago Alba Rico sobre lo que implica la prostitución en el país nipón. De hecho, como es uno de mis autores de referencia, voy a terminar citándole:
No es que en Japón estén desapareciendo las “relaciones sexuales”; lo que están desapareciendo son las “relaciones” en general mientras que el sexo sin relaciones, completamente autorreferencial, va ocupando un lugar cada vez más importante en la vida de individuos desconectados del mundo que no sienten la menor vergüenza en exhibir y proclamar esta desconexión. Esta riquísima, civilizadísima, libérrima industria sexual -con todo su aparato escénico e instrumental- está orientada a ahorrar el trabajo de las dependencias exteriores: el cortejo, la conversación, los preliminares, el otro mismo. Uno de los japoneses entrevistados en el documental declaraba con alegre franqueza que prefería masturbarse en una cabina con una vagina de plástico mientras veía imágenes pornográficas que acostarse con su novia: “me da mucha pereza”, decía, “porque cuando estoy con ella tengo que ocuparme de su placer y prefiero ocuparme sólo del mío”.