Hasta hace poco, Juan Carlos no nos daba muchos más motivos para meternos con él que los de siempre: su franquismo, sus chanchullos con Mario Conde & Company, el hecho de que tuviese que ser "elegido" dentro de todo el paquete constitucional por si acaso a los votantes se les ocurría decir que no... Frente a esto, los partidarios borbónicos recuerdan su sobrevaloradísimo papel en el 23-F y su campechanía. También dicen que es el mejor rey que hemos tenido, algo que es bastante difícil de medir teniendo en cuenta que muchos de sus predecesores tuvieron que jugarse el cuello gobernando y tomando decisiones difíciles, jugando al Juego de Tronos, mientras que lo único que tiene que hacer el Juanca es estar ahí y no dar mucho el cante.
El cante empezó a darlo con aquello de "por qué no te callas", aunque en aquella ocasion tuvo la suerte de que la gente le rió la gracia. Luego llegó lo de los elefantes; se le pedía que diera buena imagen de España en el extranjero y le vimos como reclamo publicitario en una página web de safaris, posando con un elefante muerto como aquel gilipollas que se dedicaba a matar gatos y luego se sacaba fotos posando con sus trofeos. También se le pedía que ejerciese una función moderadora, y no se le ocurre otra cosa que firmar una carta a favor del gobierno y contra las legítimas aspiraciones de los catalufos, evocando el espíritu de la Transición, que no fue otra cosa que un apaño para llevarle al trono, con el mito de que todos tuvieron que ceder. El que tuvo que ceder fue Carrillo: de hecho cedió tanto que hoy se habla bien de él hasta en Intereconomía. En cambio, ¿qué cedió la derecha? ¿La legalización de partidos? Oh por favor, que no cedan tanto, no sea que se queden sin nada.
Como tantas veces dijo Pérez-Reverte, hacía falta poner una guillotina en la Puerta del Sol.
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