13/6/12

Hacer las maletas

Mañana por la mañana me voy a pasar el finde a Euskal Herria. Ya os contaré. El caso es que soy de ese grupo cada vez más numeroso de gente que por una cosa o por otra todavía no ha abandonado el domicilio familiar, algo que, por supuesto, tiene muchas ventajas, pero también tiene inconvenientes que a medida que avanzan los años van pesando cada vez más en la balanza. Uno de ellos es que mamá crea que no sabes hacer una maleta, y su terrorífica consecuencia es que intenta ayudarte a pesar de que no lo necesitas.

El proceso es siempre el mismo: en la víspera del viaje hay un antes y un después. En el antes, la frase predominante empieza por "tienes que llevar" seguido de alguna obviedad. Ahora mismito acabo de escuchar un antológico tienes que llevar camisetas que me ha dejado muy incómodo: incómodo porque a eso es muy difícil responder con algo que no sea un insulto, pero por otra parte no me puedo permitir el lujo de insultar a mamá, por lo que sólo me queda emitir un que síiii, en un tono lo más hastiado posible para dar a entender que lo tengo todo bajo control y que no tiene ninguna recomendación que hacerme. Lo sabe de sobra, pero finge que no se entera.

La segunda parte es terminar de hacer la maleta y que lleguen las preguntas en plan "¿te acordaste de?" seguido de, cómo no, alguna obviedad. Una de las cosas que no soporto de los niños pequeños y de mi madre es cuando se ponen a hacer interminables baterías de preguntas chorras y fingen no pillar el significado de contestar diez veces seguidas con un monosílabo. Todo eso acaba culminando con el imprescindible ¿¿¿llevas calzoncillos??? (así, con muchos interrogantes) que ya me obliga a ponerme en plan borde por razones que al menos para mí son obvias. Abro el armario y me acuerdo de todo excepto de los gallumbos, no te jode. La gente tiene unas cosas...

Ya sé que hay lazos de parentesco y tal, pero de verdad, no entiendo cómo es posible que a alguien le importe tanto la vida del prójimo. Es un interés que en la mayoría de los casos lamento no poder corresponder. En el colegio era el típico al que nunca se le podía contar quién le gustaba a Fulanito porque tenía fama de no saber guardar secretos, lo que en su día me llegó a frustrar bastante, y ahora parece que tengo que pedir perdón por no tener interés en saber ni en compartir esos asuntos.

Conclusión: echas una mirada al mundo y lo único medio decente que hay por ahí soy yo y como mucho algún alma gemela que aún no he encontrado.

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