Los juegos del hambre

Los juegos del hambre es el primer libro, y ahora la primera película, de la trilogía de best-sellers para adolescentes que escribió Suzanne Collins, autora norteamericana que ahora mismo ya debe de estar nadando en millones de dólares. Estamos a principios del siglo XXI, la postmodernidad es más postmoderna que nunca y lo que se lleva es hacer refritos de temas muy manidos y venderlos como algo nuevo. En esas coordenadas se situarían sagas como Harry Potter, Crepúsculo y esta nueva trilogía, que mezcla una distopía como 1984 con el típico reality en el que ponen a gente a sobrevivir en la una presunta isla desierta.

Como es postmoderna y es para adolescentes, la película, aunque podría dar para mucho, se reduce a una historia de amor en condiciones extremas, hasta llegar a un emocionante clímax en el que la heroína (una guapísima Jennifer Lawrence) tendrá que elegir si su amante vivirá... o morirá... Lástima que ese amante no sea una tarta parlante. Al parecer, en próximas entregas, esa relación se convertirá en triángulo amoroso en el que Katniss Everdeen se verá obligada a elegir entre dos apuestos hombres, lo que seguramente vendrá a confirmar eso de que la donna è mobile, qual piuma al vento, muta d'accento, e di pensiero. Cualquier parecido con Crepúsculo es mera coincidencia.

Lo más llamativo es la paradoja de que una película distópica, el género despertador de conciencias por excelencia, acabe cumpliendo la función de opio del pueblo. Es un caso interesante que merece la pena ver y estudiar. Yo, desde luego, seguiré acudiendo puntualmente a futuros estrenos, y sobre todo ahora que he descubierto las maravillas de ver el cine en palco.