24/10/12

Apocalipsis zombi

¿Quién no ha fantaseado alguna vez con vivir un apocalipsis zombi? De acuerdo, seguro que muchos no, pero yo sí. Los zombis por lo general dan provocan una mezcla entre miedo y asco, pero son fáciles de matar: son lentos y si apuntas a la cabeza te los cargas de un golpe. Así que, tras la impresión del principio (no todos los días llega el fin del mundo), seguramente le acabaríamos cogiendo el gustillo. Una vez hayamos encontrado una fuente de alimentos y armas de sobra, todo lo demás sería matar zombis, que sólo tiene cosas positivas: haces ejercicio, liberas estrés y limpias el planeta. No existe el paro, ni los antidisturbios, ni la telebasura. La mayor putada que te podría suceder es que un zombi te muerda y te convierta en zombi, que a lo mejor tampoco está tan mal.

Sería algo diametralmente opuesto a lo que es la serie de The Walking Dead. En TWD ese mundo idílico no existe. Se pasan todo el día de mal rollo; cuando los protas no están discutiendo entre sí, están a tiros con otro grupo de supervivientes. Se traicionan, se enfadan, se follan a la pareja del prójimo, se pelean por el liderazgo... eh, hola, que ahí fuera hay una plaga de muertos vivientes, ¡os estáis perdiendo lo mejor! Si el objetivo de los zombis fuese simplemente acabar con ellos y no quisiesen comérselos, los dejarían en paz: que se autodestruyan.

En las series de la guerra fría todo era más fácil. Buenos y malos. Los buenos se complementaban: el cachas, la seductora, el jefe, el listo... y todo era paz y armonía. Los malos eran malos, malísimos; algunos pretendían explícitamente conquistar el mundo para traer el caos y la desolación. Era la clásica y entrañable división entre libertad y comunismo en la que no cabían medias tintas. Ahora es todo muy relativo, tal vez demasiado: da igual que se trate de una serie ambientada en la antigua Roma o en una nave espacial a millones de años luz, que los personajes se van a enfrentar a los mismos problemas sociosentimentales. En épocas de crisis, el pensamiento humano tiende a olvidar las grandes cuestiones colectivas y centrarse en el individuo. Mirad la filosofía helenística, mirad la expansión del cristianismo. Hoy por hoy pones la tele y ya nadie lucha por la paz y la justicia, sino que todo el mundo está buscando novia, alguien a lo que aferrarse ante la imposibilidad de cambiar el mundo.  Luke Skywalker era el héroe moderno; Anakin Skywalker es el héroe postmoderno.


Así que nada. A los que no nos interesa que nos metan culebrones hasta en la sopa, sólo nos queda montarnos nuestras propias películas. O esperar a que llegue un cambio mental que sólo podría provocar algo de tal magnitud como un contacto con una civilización alienígena. Que por cierto, el fracasado remake de V también nos ofreció una buena dosis de relaciones amorosas interplanetarias, para horror de lo que disfrutamos con la serie ochentera, que no era sino el remake de una ocupación nazi.

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