La final de la Eurocopa me decepcionó un poco. Demasiado fácil, demasiado poco épico A medida que avanzaba el cronómetro la victoria cada vez estaba más clara. Más que contra Italia, la selección parecía que estaba jugando contra el Oviedo. Y así no mola. De hecho, lo mejor de esta Eurocopa no han sido los partidos de España, sino criticar la estrategia de Del Bosque y leer y escribir comentarios en el Twitter.
Esta selección ha vengado todos los agravios históricos, ha ganado dos Eurocopas y un Mundial dando la impresión de que todos los rivales eran mierda, y ahora lo único que queda es seguir ganando más de lo mismo, porque la Confederaciones no le importa a nadie. Fue una situación que quería ver desde USA 94 y que no sabía cuándo iba a llegar, y ahora que ya está aquí, que ya sé lo que se se siente, me deja cierta sensación de vacío. ¿Y ahora qué? No habrá nada interesante en el fútbol hasta que descubramos vida inteligente extraterrestre y podamos organizar torneos interplanetarios.
Estábamos mejor con las frustraciones, con aquello de jugar como nunca para perder como siempre, el rollo de llegar a cuartos y que de repente algún tipo de tongo nos dejaba con la miel en los labios. Es como cuando vas a un striptease: lo mejor es cuando la chica hace el amago de quitarse el sujetador pero en el último momento decide que sufras un poco más. Y cuando finalmente se lo quita, por algún extraño efecto pierde todo el interés. Da la impresión de que el show ya ha terminado y todo lo que resta son títulos de crédito.
Así pues, ¡volvamos a ser unos mantas!
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