Panfletos, panfletos everywhere

Personalmente el Indignaos me ha parecido un tostón, y tiene su mérito que un libro que se lee en media hora le de tiempo a uno a aburrirse. No es que no comparta lo que dice, que a grandes rasgos lo comparto, sino que me ha dejado totalmente indiferente. Nadie que no estuviera previamente indignado se va a indignar gracias a Stéphane Hessel, cuyo llamamiento a la indignación suena más a los consejitos del abuelo que a otra cosa.

El caso es que luego han aparecido opúsculos similares por todas partes como si alguien hubiera reventado una piñata. Y ya no es que da pereza abrirlos; es que directamente aburre verlos en las librerías y en los escaparates. Podría decirse que desprenden un halo de bajón. Que estos libros se vendan como churros es algo que explica perfectamente el Nega: quieren explicaciones que no requieran demasiado esfuerzo (documentales de tres minutos en youtube), soluciones que no impliquen demasiado sacrificio (concentración por una justicia justa), debates que no impliquen un ejercicio intelectual demasiado denso (comentarios en facebook) y métodos que no impliquen demasiado peligro (lil dup’s, batucadas, sentadas, etc). Y por supuesto libros que no impliquen demasiadas horas, libros reflejo del mundo del trabajo: flexibles, precarios y baratos. Es entonces cuando entran en escena los gurús y los profetas.

Pues el otro día he visto uno que se llama Escandalizaos, una réplica al panfleto de Hessel escrita por un delincuente que dirige un periódico que no lee nadie. He estado echándole un vistazo y quizás me lo compre porque tiene que ser uno de los mejores recopilatorios de los clichés de la narrativa facha: oh, es que es la dictadura de lo políticamente correcto; oh, es que no tienen ni idea de cómo funciona realmente el mundo; oh, es que nosotros vamos contracorriente; y mi preferida: oh, es que esto es tan absurdo que no merece la pena comentarlo.