Hay épocas en las que tengo la pintoresca costumbre de leer a Nietzsche cuando estoy de resaca. Estar de resaca suele ser sinónimo (no siempre) de estar de bajón, y pegarle una lectura lenta pero intensa a algunos capítulos de Así habló Zaratustra me anima un poco, no sé por qué. Confieso que en realidad no me entero mucho de lo que dice, pero disfruto leyéndolo y montándome mis propias películas.
Como ayer fue el Festival de la Sidra de Nava, supongo que no hace falta que explique por qué estoy de resaca y tengo un libro de Nietzsche encima de la mesa. Hoy ando obsesionado con la idea del eterno retorno, así que he dedicado un rato a leer fragmentos de la tercera parte. No es un libro en el que se encuentren respuestas trascendentales como en la Biblia (en la Biblia tampoco, no nos engañemos), pero sí que es útil para poner en orden algunas ideas.
"Oh cielo por encima de mí, ¡tú pudoroso!, ¡ardiente! ¡Oh tú felicidad mía antes de la salida del sol! El día viene: ¡por eso ahora nos separamos!"
Bueno, yo me entiendo. A veces.
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