20/12/17

Justicia poética

A veces sucede. Hay gente que se dedica a trollear al personal, sin saber cuándo parar, sin importarle dónde está la línea entre la broma sana y el hacer daño, sin saber si quiera cuándo están a punto de partirle la cara. A veces llega el karma en forma de bofetada, como le pasó al bromista aquel que llamó caraanchoa a un repartidor. Y por mucho que rechaces la violencia, no puedes evitar verlo con gran satisfacción. Unos dicen: se lo merece. Otros dicen: la violencia está mal, pero se lo merece.

Sin embargo el mejor castigo kármico no es que de repente dé con un tío que no le trague el chiste y le suelte una hostia. Lo mejor es cuando le ves llevarse un poco de su propia medicina. Cuando le ves que esa persona, que no sabe distinguir entre la broma y pasarse tres pueblos, se queja de que una persona quería gastarle una broma y se ha pasado tres pueblos. 

Lo terrible llega cuando te das cuenta de que no lo termina de ver como un reflejo de su propio comportamiento. El amigo del Caraanchoa hizo un vídeo en el que parecía que el otro le había pegado porque sí, sin darse cuenta de que sus "bromas" consistían básicamente en insultar a la gente por la calle y que algunos no se andan con tonterías. Esa incapacidad de hacer autocrítica me asusta y me da lástima. Porque hacer autocrítica (y recibir críticas en general) es como sentir dolor: vale que a nadie le gusta, pero son señales de que hay algo que estamos haciendo mal y que debemos evitar. Hay que tener cuidado.

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