11/3/17

Raúl Fernández Cobos - Areografía

Areografía es el primer libro de poemas en solitario del viejoven autor asturiano Raúl Fernández, que cuenta ya con una aceptable trayectoria ganando premios literarios y publicando cosas. Si bien es cierto que últimamente hay medios de comunicación hipsters que prestan mucha atención a las nueva voces de la poesía, muchas veces investigas a esos autores que por lo visto van a revolucionar nuestra generación y (je...) y no escriben más que de sexo y de miseria moral, así que al final todo se queda un clickbait de los malos y mucho me temo que no van a revolucionar una puta mierda. Raúl escribe sobre Marte, así que veo complicado que lo saquen en las revistas hipsters, pero tranquis, que ya estoy yo para eso. 

A ver, Areografía (no Aerografía como escriben algunos despistados) es un poemario no muy extenso en tres capítulos. Cada capítulo tiene su enjundia, pero no voy a profundizar mucho en ello por dos motivos: en primer lugar porque aquí cada uno entiende lo que le da la gana, y en segundo lugar, porque había tomado notas pero no entiendo mi propia letra, manda cojones. Lo fundamental es que el leitmotiv de toda la obra es Marte; suena a frikada, y posiblemente lo sea, pero lo cierto es que te pones a leer y te encuentras versos realmente conmovedores al respecto. La influencia de los autores clásicos de la ciencia ficción, especialmente Bradbury (ineludible por Crónicas Marcianas) está ahí, y más o menos se puede entender lo que quiere decir, algo que hay que poner en valor porque hoy en día es habitual encontrarse con autores que empiezas a leer y dices Pero qué coño me está contando este chamaco.

Y poco más puedo decir sin caer en spoilers. Este libro lo edita una editorial con sede en Alemania que se llama I Filo Sofía, que al parecer la lleva una mina de Santander que también escribe sus cosas, aunque todavía no he tenido la oportunidad de leerla. Pero vamos, esto os da igual porque a efectos prácticos lo que os interesa es que el libro os lo pilláis en Amazon por el precio que cuestan dos cubatas en los que encima os ponen garrafón y, si no andáis avispados, algo de burundanga. Al día siguiente os despertáis con una resaca que es como si os hubiesen metido un destornillador en el cerebro, sin acordaros de nada y con la casa desvalijada, todo por no hacer caso de mi recomendación. Porca miseria.

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