Amanecer, parte 1

¿Por qué hacer una película pudiendo hacer dos y ganar el doble de dinero? Esa es la filosofía de la empresa que se encarga de hacer las películas de Crepúsculo, que para finalizar la saga ha contratado como director a  un tipo llamado Bill Condon, cuyo trabajo más conocido es la secuela de Candyman. Se nota que, a pesar de todo, Estados Unidos sigue siendo tierra de oportunidades: con ese nombre, el señor Condon en mi colegio no hubiera durado ni dos días y ahora sería un serecillo que roza la marginalidad. 

Amanecer es, sin duda, la peor de la saga. Salvo una o dos escenas con las que sin duda  las quinceañeras humedecieron su ropa interior, la película se caracteriza básicamente por... nada. Bella y Edward se casan, se van de luna de miel y ella se queda embarazada. Sin más. Y es que, hamijos, ser vampiro te da muchos poderes, pero lo de hacerlo a pelo e irte de rositas no es uno de ellos. Esa es la principal moraleja que podemos sacar de una peli en la que no pasa prácticamente nada hasta los últimos diez minutos. Demasiado tarde.

Al menos me alegro de no haber pagado por verla. Aunque me pregunto qué hubiese pasado si hubiera salido adelante mi plan de echarme novia para acompañarla al cine. Quizás el aburrimiento nos hubiera servido para intentar engendrar un vampirito en pleno cine. Y entonces sí hubiera merecido la pena ir.