El mes que viene voy a poner en el despertador de mi celular la música del primer mundo del Mario 3. En diciembre pondré la del segundo mundo, en enero la del tercer mundo, y así sucesivamente. Va a ser genial, sobre todo teniendo en cuenta que en junio, cuando teóricamente voy a estar más agobiado que nunca, me voy a despertar todos los días con la musiquilla agobiante y opresiva del mundo 8. Si sois muy frikis, seguramente ahora os estéis preguntando qué pienso hacer con el mundo 5, que tiene dos fases con sendas sintonías. Mi respuesta es que las dos tienen cabida. No sé de qué forma haré la alternancia, pero ahí van a estar, porque ambas tienen argumentos de peso a su favor.
Así le daré a mi vida ese toque de encanto pixelado de los 16 bits. La gente suele aspirar a tocar la hiperrealidad, pero una tranquila vida en 2D, más aprehensible, también tiene ese je ne sais quoi tan necesario para que algo te atraiga, en el sentido más irracional del término. No hay más que ver (otra vez, y otra, y otra) Rise Of The Mushroom Kingdom.
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