29/9/11

Ser un licenciado

Ahora cuando me paso por la facultad en horario matutino todo el mundo me parece más joven. Y no, no es porque yo me voy haciendo viejo mientras que los de primero llegan dieciocho años, que eso ya lo sé. No es cuestión de edad. Se trata, quizá, de estar un peldaño por encima en la jerarquía, o de tener más estatus, por decirlo en weberiano. Están los catedráticos, luego los doctores, luego los profesores que están ahí y no sabes por qué, luego yo. luego los alumnos sin título, luego el PAS, luego los camareros de los bares adyacentes, luego las mascotas que circulan por el campus a pesar de que en teoría está prohibido y finalmente los becarios. Es decir, una estratificación romboide, en vez de la clásica y aburrida estratificación piramidal.

Porque ellos todavía van a clase en el aulario y hacen trabajos de curso basados en gruesos volúmenes generalistas, y a veces están más pendientes de conseguir el número de tal o cual chica que de conseguir bibliografía para determinado tema. Aunque lo del número se ha quedado desfasado por el MSN, que a su vez se ha quedado desfasado por el Facebook, y dentro de unos años, con suerte, la bibliografía serán artículos de Dialnet.

Lo bueno de todo esto es que ahora mi nuevo target son las niñas que llegan a primero confusas y desorientadas, lo que puede dar lugar (y espero que dé lugar) a momentos muy Barney Stinson. Lo de moderse lujuriosamente el labio inferior ante gente que estaba intentando sacarse 4º de ESO estuvo genial, todos nos hemos reído con las correspondientes barrabasadas y tal y cual, pero el asunto ya empezaba a sonar a enfermo mental.

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