26/9/11

El problema de Intereconomía

Intereconomía se caracteriza por tener uno de los pocos programas de humor político que no hacen ni gota de gracia: Los Clones. No es que el humor facha no me haga gracia, simplemente es que este humor en concreto es una puta mierda. Me da un poco de pena, porque estos señores se están esforzando cada día intentando demostrar que son gente normal, con sentido del humor, capaz de reírse y hacer reír. Pero no pueden. En algún momento de su vida han perdido el alma, y ya ni las puertas automáticas responden ante ellos.


En cambio, los programas serios, como parecen una parodia de sí mismos, sí que hacen gracia.


Vamos, que les sale todo al revés. Nunca me he parado a ver los informativos, pero según mi hipótesis, sus intentos de decir la verdad les saldrían siempre por la culata. La cuestión es que Intereconomía ni siquiera debe de molestarse en intentar decir la verdad, así que, quién sabe, quizá de vez en cuando se les escape (sin querer, siempre sin querer) algo de rigor periodístico.

3 comentarios:

Raquel dijo...

Creo que estoy como tú: no entiendo muy bien porqué se molestan en hacer programas de humor (por llamarlos algo), si yo pongo "el gato al agua" y soy capaz de llorar de risa, y más si lo veo con más gente.

Pobres hijas de Zapatero! (y lo digo en serio xD)

Alms dijo...

Dios, El Gato Al Agua es, ahora mismo, lo único que veo en televisión. Y es que nada salvo eso me hace gracia, quizá por la misma razón por la que me hacen gracia los chistes bestias: son muy sádicos, pero de algo hay que reirse (que para llorar ya está la realidad).

Nunca me he parado a ver Los Clones, las pocas veces que lo he rozado me ha parecido un vano intento de ser la fuerza equivalente y opuesta a Vaya Semanita. Y, francamente, no llega ni a patético.

PD: ¿Me estaré convirtiendo en un "gatoadicto"?

Luis dijo...

Creo que la causa de fondo es que en Intereconomía tienen todos cara de malvados; parecen el estereotipo de burgués del siglo XIX, con su chistera y encendiendo el puro con un billete mientras la poli zurra a los obreros. Le añade un punto de absurdo y surrealista a todo lo que dicen/hacen.